Crónica
Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo, le recomienda el señor Honda a Tooru Okada en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Del mismo modo parece decírselo Haruki Murakami a sus personajes. Si debes ir hacia abajo Tooru Okada, si debes ir hacia abajo Naoko, Sumire, Creta Kanoo, Toru Watanabe, ve. Y, a decir verdad, los personajes de Murakami saben de esa advertencia: un cambio brusco e imprevisto en sus vidas, un giro que quiebra la cotidianeidad en la que estaban los lanzará a un pozo profundo, frío, solitario. Y una vez allí, deberán permanecer reflexivos y serenos, porque es la única opción que tienen para sobrevivir, para entender aquello que los rodea y para entenderse sobre todo a sí mismos. Una vez cumplida esta condición un tanto malévola, Murakami afina el lápiz y decide desarrollar sus historias.
Algo clave: los personajes de Murakami deberán haber experimentado una situación límite que los saque de la inercia existencial en la que se encuentran y, a partir de ahí, reflexionar sobre el espacio que ellos ocupan realmente en el mundo. En Tokio Blues, Naoko ha tenido que afrontar la muerte de su mejor amigo, su adolescente novio que un determinado día decide suicidarse. Este acontecimiento la marcará terriblemente, tanto que nunca logrará encontrar un sentido positivo a su vida por más intentos que haga. Toru Watanabe tratará de acompañarla en ese trance difícil en el que se encuentra Naoko, ese periodo perdido y desinteresado que la obligan a asistir a un reformatorio, pero que finalmente culminará con su suicidio. Y eso le fascina a Murakami: probar la fuerza y resistencia de sus personajes; si no lo soportan, ellos mismos terminan quitándose la vida.
De manera similar (aunque no tan fatalista) acontece en la mujer a la que Sumire llama con cariño Sputnik, mi amor (que da título al libro), Myû, la dama adulta y casada de quien la adolescente Sumire se enamora profundamente. Un determinado día, Myû se queda atrapada en una noria, sin que nadie la auxilie. Ha ido de vacaciones. Pasan las horas y ella lo único que puede hacer, mientras espera que alguien se acerque a la noria para rescatarla, es mirar su departamento desde la altura en la que se encuentra. En un determinado momento, atisba a través de la ventana al tipo que había estado cortejándola días atrás. Detrás de él, ingresa otra mujer, alguien a quien ella en un inicio le es difícil reconocer. Pero no tarda mucho en darse cuenta de que es ella misma, Myû, desdoblada, bifurcada a unos cuantos metros de allí. La pareja hace el amor en el departamento y ella no puede comprender lo sucedido. Al día siguiente, Myû amanece con el pelo blanco, como si en esa noche no hubiesen pasado unas cuantas horas sino muchos años. Desde ese día, y por más que lo intente, no volverá a amar como antes, no volverá a sentir ninguna atracción, ningún placer. Incluso, cuando Sumire intenta seducirla una noche, Myû confesará que le es imposible excitarse. Pero a diferencia de Naoko, Myû soporta su nueva realidad y decide continuar viviendo pese a todo.
Más audaz en esta propuesta es Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Murakami exhibe aquí todo ese mosaico de personajes que parecen ser fantasmas, cuerpos a quienes les han hurtado la esencia de la vida, hombres que perciben la felicidad como una sensación lejana y ajena. Uno de ellos es el señor Mamiya, compañero en el ejército del cabo Honda, un hombre que nació con el poder de saber lo que va a ocurrir en el futuro. En la II Guerra Mundial, el señor Mamiya fue capturado por unos mongoles bajo el ejército ruso y vio cómo trasquilaban—como una oveja—la piel de uno de sus compañeros. Eligió lanzarse al fondo de un profundo pozo, seco, para evitar ser asesinado. Pasó varios días allí, con el cuerpo inerte y adolorido. Milagrosamente salvado, tal y como le predijo antes de que fueran capturados el cabo Honda. Pero pese a sobrevivir, el señor Mamiya sintió que su vida había terminado a raíz de aquel suceso. Sin un brazo, sin padres, con una esposa que lo abandonó por otro hombre, su experiencia en la guerra solo había servido para morir tanto física como espiritualmente: ser consciente de estar muerto es, para el señor Mamiya, la más grande tristeza e injusticia que le puede haber sucedido.
En esencia, lo mismo tendrá que afrontar Tooru Okada, el narrador de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, cuando a raíz de una misteriosa llamada telefónica su vida comience a girar sobre acontecimientos imprevistos, hechos que nunca antes hubiese imaginado. Murakami esta vez decidirá probar la tenacidad de Okada como al parecer nunca antes lo había hecho con un personaje suyo. Son 681 páginas en las que Tooru deberá ponerse un chaleco a prueba de balas. No sé si sea uno de los personajes a quien el autor le guarde más cariño, o la novela con la que se siente más identificado, pero Tooru Okada y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo son para mí el personaje y la novela de Haruki Murakami.